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El mal tiempo desde Orlando, Florida se hizo notar: fue la predicción de una derrota. Chile salió a la cancha con varios cambios y bajas claves, sin embargo, mantuvo la curva ascendente que mostró ante Argentina. Durante 20 minutos tuvo la chance para noquear a Canadá, cosa que no hizo y pagó con creces. Un centro emitido por Gabriel Suazo que encontró a Víctor Dávila pudo haber sido el punto de quiebre. Casi un golazo, ya la pelota no entró y el ímpetu mismo murió a raíz de su propia ceguera y de la ajena también, más en concreto la del árbitro.

A los 27 minutos, una falta menor cometida por Gabriel Suazo fue castigada con la segunda tarjeta amarilla y con diez jugadores, la cuesta se hizo muy empinada.

Si a todo eso se suma la incapacidad de generar ocasiones de un tanto así como el bajo nivel ofensivo de Darío Osorio, Alexis Sánchez y Víctor Dávila, el cálculo consecuente otorgó el mismo resultado: la eliminación.

Poco después, el entretiempo le permitió a Chile renovar la confianza como también la energía, pero hubo cero respuesta desde la banca, pues la claridad exhibida por Gareca y su cuerpo técnico, mostró este sábado la otra cara. Los ingresos de Erick Pulgar y Marcos Bolados hicieron lo previsible: cambiar en nada el avance del partido. La entrada de Ben Brereton que quedó reservada para los últimos minutos fue muy pero muy tarde. Los minutos avanzaron y Canadá se hizo cargo de estos, pues aprendieron de la ingenuidad exhibida ante Argentina, mostrando que de a poco aprendieron las mañas de las selecciones del sur.

Se apoyaron en el resultado favorable, replegándose y sin sufrir durante los últimos minutos. Chile por su parte se acercó, más por obligación que por un plan. Y en cuanto se apela a eso, a veces puede caer un milagro y otras veces se vuelve a casa con las manos vacías. Ni más ni menos.

Sin embargo, pese a la eficacia ofensiva de los jugadores norteamericanos, Chile mantuvo una posición que si bien tenía garra, no bastaba con ello, viéndose imposibilitado de doblegar a su rival canadiense al no hallar los puntos débiles para vencerlo. Un partido que pasó sin pena ni gloria, y que demostró cuán lejana está la soberanía de la generación dorada, esa que prometía goles de verdad en la cancha, pero que paulatinamente comenzó a debilitarse y dejando fuera a varios centrales que eran antaño los amos y señores del balón. Un adiós sin duda a la Copa América que la Roja de todos se ve obligada a enfrentar y una triste etapa a cerrar.

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